Susana Brignoni. Psicóloga clínica. Psicoanalista. Coordinadora del SAR
1.
¿Puede un niño psicótico vivir en un CRAE(1)? ¿Es el lugar adecuado para él? ¿Puede ser incluido en la vida de una familia que quiere acogerlo? Estas preguntas, y sin lugar a dudas otras, son las que aparecen de manera frecuente en el ámbito de la protección cuando nos confrontamos con la psicosis. Son preguntas, lo diré desde un inicio, que no pueden ser contestadas de manera universal. No hay un “sí” o un “no” categóricos, ya que en cierto modo formuladas así tienen algo de incompleto, hay un olvido en ellas. Olvidan que un niño no es sin el Otro. Podemos decirlo así: hay una dependencia estructural del niño respecto al Otro con el que se encuentra y es por eso que sólo podremos obtener una respuesta en el marco de esa relación, y, además, la respuesta será en el uno por uno; es decir para cada niño, para cada centro, para cada familia.
2.
Formo parte de un equipo de psicólogos clínicos, psiquiatras y una trabajadora social, orientados por el psicoanálisis lacaniano(2), que hace ya 13 años trabajamos juntos en la atención de niños y adolescentes tutelados, el asesoramiento de los educadores que se ocupan de ellos y de los profesionales que son ocasionalmente sus referentes. También atendemos niños acogidos y trabajamos con las familias acogedoras.
Es decir, tratamos una población marcada muy de cerca por las categorías de la inclusión y de la exclusión. Nos interesamos especialmente por aquellos chicos que podemos diagnosticar como TMG(3). Estos casos ocupan muy frecuentemente nuestras reuniones de trabajo: chicos que plantean una exigencia, nos exigen pensar, nos exigen inventar respuestas que no podemos encontrar en ningún protocolo o manual estándar. El título de esta mesa surge un poco antes del verano pasado, cuando diversos niños diagnosticados de psicosis vivieron momentos de gran inestabilidad. Su inestabilidad invadió los centros en los que viven y requirió mucha paciencia por parte de los implicados en el caso, muchas reuniones, momentos de angustia e incluso algunas dimisiones.
Es por eso que usar el término “encuentro”, cuando hablamos de psicosis, no es en absoluto casual ni banal. De hecho una de las declinaciones de “encuentro” es “lo que nos encontramos”, y lo que nos encontramos cuando tratamos a un niño o adolescente psicótico es que es alguien que no funciona con los esquemas habituales de los otros niños y eso hace que muy a menudo sean difíciles de soportar. Sin embargo, lo difícil de soportar es no encontrar la respuesta que esperamos a la oferta que hacemos. Podemos decir que hay un antes y un después de este encuentro y que muchas veces los profesionales responden desde su propia subjetividad: actos fallidos, falta de ganas de ir a trabajar, huidas, bajas por depresión o al contrario el furor curandis: querer reparar a toda costa lo que se percibe como una falta constitutiva. Lo cierto es que son chicos que agujerean nuestro saber y eso nos produce angustia. Pero también, podemos afirmar que gracias a ese agujero en el saber empezamos a investigar.
3.
Pero ¿qué sabemos de la psicosis? Podemos decir que la posición del sujeto psicótico está caracterizada por un “modo de ser” que consiste en estar dentro de la sociedad en tanto éstos hablan pero, a la vez, tener una cierta relación de exterioridad con el discurso, que es la manera en que nombramos el lazo social. Podemos decir que a estos chicos les falta una estructura que les ayude a regularse en su “modo de estar dentro, pero al mismo tiempo fuera”.
Es por eso que les propongo que para poder responder a la pregunta por la inclusión hay que combinar este término con el de separación. Es decir, que para incluir a un niño psicótico en un espacio público tenemos que saber de qué cosas hay que ayudarle a separarse. Es decir, que el camino hacia el exterior pasa por lo más interior. …
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6.
Bien, se trata de ejemplos que muestran la dificultad con el lazo social como algo central en la vida del psicótico. También vemos esta dificultad en el saber escolar, en la inquietud de su cuerpo, en sus aislamientos, en su dificultad para medir la distancia respecto a otros o en su mutismo selectivo.
Se trata entonces de poder pensar entre varios qué es lo que puede suplir esta falta, esta dificultad, para saber desde dónde ubicarnos, desde dónde podemos hablarle.
Desde el trabajo clínico invitamos al psicótico a entrar en una dimensión, en un dispositivo que lo ayude a través de recursos simbólicos e imaginarios a separarse, a velar, a poner freno, a construir distancias respecto a aquello que lo invade. (Es importante señalar que construir distancias también es un modo de hablar del trabajo educativo.) …
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7.
Para concluir vuelvo a la pregunta inicial: ¿puede un niño psicótico vivir en un CRAE? Respuesta: eso depende, entre otras cosas, de la docilidad que podamos ofrecerle ante las condiciones de existencia que él nos impone.
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Notas
(*) Texto presentado en la X Jornada de Debat “Salut Mental i Educació” de la F9B, 26 de noviembre del 2010.
(1) CRAE: Centro Residencial de Acción Educativa.
(2) Señalo especialmente la orientación teórica: se trata de contribuir desde ella a sostener, desplegar y construir los recursos o un “saber hacer” de cada sujeto al que atendemos con su padecimiento para, desde allí, poder transformarlo.
(3) TMG: Trastorno Mental Grave.