Seleccionar página

El tratamiento de la palabra(*)

Maria Cristina Maia de Oliveira Fernandes. Psicóloga, psicoanalista, Miembro de la AMP, Miembro de la EBP – Delegación Paraíba

Un poco de historia

08programaEl Programa «SENTINELA» (Programa de Lucha contra el Abuso y la Explotación Sexual de Niños y Adolescentes) realiza un conjunto de acciones de asistencia social de naturaleza especializada, está destinado a la atención de niños y adolescentes abusados y/o explotados sexualmente y de sus familias. Surgió en el contexto público como una respuesta aún tímida a esa demanda, como punto de partida para la articulación con diversos sectores de la sociedad.
La propuesta de un espacio en el que funcione el psicoanálisis bajo la forma de Núcleo en paralelo con el Programa Sentinela fue muy bien recibida, pues además de disponerse a la escucha de los casos allí asistidos, tenía como objetivo discutir orientaciones, a partir de las referencias psicoanalíticas.
De este modo, hubo un «buen encuentro¨ entre el Programa Sentinela y el Psicoanálisis, lo que abrió una vía de trabajo interdisciplinario y ha logrado la extensión del discurso analítico, como instrumento de interlocución entre los varios campos de saber que abordan a los niños y adolescentes allí asistidos: asistentes sociales, psicólogos, pedagogos, abogados y educadores.

Nuestro desafío

Al principio, comenzamos en el Programa, con un trabajo que tenía como norte el Estatuto del Niño y del Adolescente – ECA(1) – permanentemente violado en sus artículos, como señalaban los miembros del Equipo. Ese Estatuto reza que el derecho al respeto que tiene el niño y el adolescente consiste en la inviolabilidad de su integridad física, psíquica y moral y sería deber de todos, velar por la dignidad de estos, «poniéndolos a salvo de cualquier tratamiento inhumano, violento, aterrorizante, vejatorio u obligatorio». El Estatuto como ideal regulador parecía ser el partenaire imaginario del equipo que mediatizaba el trabajo. Renovar ese modus operandi nos sirvió como causa, como eje para el trabajo del Núcleo.
El Núcleo se sirvió de un significante unánimemente presente en los relatos de los casos que el Programa asiste: víctima. A partir de él, orientamos nuestras discusiones. De este modo, asumimos el desafío de trabajar con niños y adolescentes que, de víctimas, pudiesen llegar a responsabilizarse, se volviesen sujetos del propio deseo, al desplazarse el foco de inserción.
Para eso, se hacía necesario un giro en el discurso militante del equipo especializado, basado en el ECA – no perdiendo de vista la multiplicidad de discursos allí operantes – para dar lugar a ese sujeto, aniquilado por la historia del abuso y por el significante que de allí adviene. Parafraseando a Freud, podemos decir que el desafío se basaba en «allí donde era la víctima, el sujeto pudiera advenir», en una torsión de la posición de víctima a una posible subjetividad. Mucho más que hacer un trabajo de adaptación a un Estatuto que forcluía al sujeto en cuestión, se apuntaba a permitir el surgimiento de una demanda que lo incluyese en un trabajo de tratamiento de lo real en juego en cada caso.
Inmediatamente de recibida la denuncia, testimoniábamos de una invasión brutal de lo público en lo privado o incluso una irrupción de lo privado en lo público. Lo que antes de la denuncia precisaba ser callado, en tanto que prohibido – prohibición, muchas veces, impuesta por el abusador o por la complejidad de la propia temática – de repente pasa a ser conocido en todos los sectores del Programa y en la comunidad donde está inserto el niño y/o el adolescente.
Somos constantemente testigos también de la invasión de profesionales de la prensa que, en la búsqueda de sensacionalismo, no miden las consecuencias de esa exposición en la vida de esos sujetos. Al publicar la cuestión en los diarios y la TV, ellos utilizan artificios tenues que, al revés de omitir su identidad, revelan detalles sobre la víctima – iniciales de su nombre, edad, barrio, escuela, etc. – provocando efectos desastrosos, pues el significante víctima tiende a cristalizarse, una vez que el niño o el adolescente pierde el derecho al anonimato y pasa a ser mirado como tal en la comunidad en que vive. Ese Otro social, a partir de entonces, tiende a congelar al sujeto en esa posición.
Otra constatación hecha a priori fue que la denuncia, muchas veces confiere un cierto status a las familias y otorga a ese sujeto, un lugar en el mundo, aunque sea por la vía del abuso sexual. Son, por lo tanto, habladas. Muchas familias que son asistidas en el Programa, algunas en situación de miseria, lo usan para obtener beneficios(2) y el equipo, para cumplir con el deber de «salvar» a la víctima, no se interrogaba sobre ese otro «abuso» el de las familias para con el Programa.
Pudimos, así, evaluar algunas cuestiones que conferían al significante víctima, una cierta consistencia, dificultando una orientación más adecuada al caso por caso.

El Trabajo del Núcleo

Desde Freud, sabemos que es condición sine qua non para que un análisis se dé, que haya una implicación del sujeto. Recordemos el caso Dora, cuando él le pregunta cual es su participación en el desorden del cual se queja. Es de este lugar que el analista promueve una implicación del sujeto en su síntoma, allí donde el síntoma deberá perder satisfacción para entrar en el plano del deseo. El analista, al mismo tiempo en que acoge la demanda del sujeto que recurre al análisis, a través del manejo de la transferencia, es decir a través de su acto, mueve al sujeto de la posición inconsciente infantil «confortable», de la cual se queja. En este tipo de atención, no es diferente, si hay una queja
A partir de los casos discutidos, percibimos la fundamental importancia de un trabajo primordial: un tratamiento de la denuncia que favorecía ganancias secundarias visibles, para que viniese a transformarse en queja, condición para que una escucha analítica pudiese operar, dado que la denuncia apunta mucho más a una intervención / escucha jurídica.
Al mismo tiempo, otro tratamiento urgía: en el discurso dominante en el trabajo del equipo, el del Amo. Con un perceptible furor sanandis, con una preocupación por alcanzar un ideal de «normalidad», frente al no-saber, cada componente del equipo tendía a proponer soluciones compatibles con su campo de saber. El tratamiento de lo real en juego, que, según Lacan, debería darse por lo simbólico, a través de la palabra, no era prioridad, lo específico de cada sujeto no tenía relevancia.
En la posición de objeto gozado por el otro, amedrentado, aterrorizado por la violencia de tener el cuerpo usado y abusado sin su consentimiento en tierna edad, presionado por la familia, por la prensa, por la comunidad, por la Justicia que le pide detalles sobre lo ocurrido, la «víctima», muchas veces, calla. Frente a la pregunta Che vuoi?, constatar «soy objeto de goce», deja al niño/adolescente como «presa» de la insensatez del Otro, lo que impide que pueda dirigirse a él para hacer la pregunta sobre su deseo, pues la respuesta no se inserta en lo simbólico, sino en lo real del cuerpo.
De este modo el trabajo del Núcleo también incluyó atención que proporcionan al sujeto, a través del habla, una confrontación con lo real del goce, hacer pasar el saber en espera al saber allí articulado a los significantes que representan al sujeto, a pesar y más allá del abuso, aunque se trate de una elección forzada, pues en el Programa es el analista que se dirige al sujeto.
Convocarlo a hablar sin censura, hacer llegar la palabra allí donde no había lugar, es ofrecer la posibilidad de, a través de lo que dice, el sujeto abandonar la posición de goce que se evidencia en el discurso preponderante: «soy víctima». Es introducir una hiancia que señale la vía que conduce de la queja a la pregunta, situando al sujeto en una disyunción con el saber necesaria para un trabajo posible y proveer recursos para la formalización de un síntoma.

denuncia → queja → demanda → síntoma → deseo

La ética del Psicoanálisis es la del bien decir. El analista, soportando el lugar vacío del deseo, de saber no saber, destituido de cualquier poder, proporciona un encuentro con el inconsciente, provoca preguntas sobre el deseo, sobre lo que el sujeto pretende decir cuando habla. Solo así, a través de lo que es simbolizado, podemos aproximarnos a lo real, operando, por la imposibilidad de significantizarlo, pues es imposible de ser dicho. Es en ese sentido que nos orientamos por una nueva dirección, a la palabra del niño o adolescente para, a través de ella, promover un freno a la posición mortífera de goce en que se encuentran a partir del abuso.

Viñeta de Caso clínico

Un caso que trabajamos en el Núcleo es el de dos hermanas de 4 y 6 años abusadas por la pareja de la madre, acusado de ser el asesino del padre de ellas.
Al principio, fue instaurada una batalla de medidas jurídicas y sociales en el intento de dar la guarda de las niñas a la abuela paterna, además de impedir que ellas pasasen los fines de semana con la madre luego de la sustracción de las niñas de la convivencia dañosa de ese núcleo familiar – ocasiones en que había reincidencia del abuso -como atención individual y promoción de actividades socio-educativas en el propio Programa.
La abuela, en la entrevista con la analista, se refería a C, la niña de 4 años, como «vejadita» para explicar las repetidas y diarias referencias de ella al sexo. Pero, era la propia abuela quien no vacilaba en narrar con detalles en presencia de la nieta, su historia de abuso.
En las consultas, C. se preocupa continuamente, durante los juegos con muñecas – su preferido – en mantener las faldas de las mismas bajas pues dice que «es feo mostrar».
Ella relata con detalles y una cierta angustia, las embestidas sexuales de su supuesto padrastro, diciendo que en la casa de la madre «hay un bandido que mató a su padre».
Las soluciones dadas por C. a la invasión de goce del Otro han servido en el momento de brújulas del tratamiento de esta niña. El trabajo analítico de los múltiples profesionales, tiene como orientación, hacer que C. pueda subjetivar la queja por la vía de la invención sintomática, posibilitada por el encuentro con el analista. De la posición de víctima a la de «vejadita» – otra armadura del Otro – como hacer comparecer un sujeto de deseo, es nuestro desafío.

Para concluir

Para concluir, podemos decir que lo que vemos delinearse en el trabajo aún reciente del Núcleo, es un equipo más atento al sujeto que busca el Programa. A pesar de los pasos muchas veces tímidos, los profesionales no vacilan en discutir los casos y sus orientaciones bajo el prisma de las discusiones en torno del Psicoanálisis.
El ECA tiene hoy un papel secundario en el trabajo, coadyuvante, en tanto que el sujeto volvió a la escena. Más que de elaboración de casos, tal vez podamos hablar de un tratamiento de la palabra, de un tratamiento del goce que bordea los casos y de un tratamiento clínico en la práctica del Programa, en la medida en que es preciso, con el Psicoanálisis, inventar respuestas a cada vez que nos es requerida una posición.
Poder pensar el lugar del analista no solo en el consultorio, en lo privado, sino afuera, en lo público, allí donde no se lo espera, allí donde no hay como responder al malestar, es poder hablar de la palabra depurada por su deseo.
Finalmente, podemos hablar de un espacio que se abre donde es posible marcar una orientación diferente. De víctima a ser adaptada a un Estatuto, esos niños y adolescentes pueden ser vistos, ante todo, más allá de las normas preestablecidas, como partenaire de un trabajo donde puedan advenir como sujetos deseantes.

Responsable por el núcleo de psicoanálisis con niños: Mª Cristina Maia de O. Fernández.

INTEGRANTES:
Roseana Cavalcanti da Cunha, psicóloga, Correspondente da Delegação Pb. da EBP, ex-Coordinadora de Programa (de 01/01 a 02/05).
Ana Mª Vasconcelos – asistente social, actual Coordinadora. de Programa.
Adriana B. Agra, psicóloga, educadora.
Francinete Freire Batista, ex-psicóloga.
Glaucilene C. Soares, asistente social, ex-educadora.
Janilene M. da Silva, asistente social.
Kelli F. do Nascimento, psicóloga.
Mª Cristiane R. de Almeida, psicóloga, educadora.
Patrícia R. da Silva, asistente social, educadora.
Rossana S. Leal, ex-asistente social.
Silvana Mª A Oliveira, pedagoga, ex-educadora.
Sonia Mª de Araújo, assistente social, ex-educadora.
Terezinha de Jesus O. Barbosa, advogada.

Notas
(*) Artículo publicado en el nº 14 de Virtualia, revista digital de la Escuela de Orientación Lacaniana.
Traducción: Silvia Baudini
(1) En el original: Estatuto da Criança e do Adolescente
(2) Las famílias de los niños y adolescentes inscritos en el programa tienen prioridad en otros programas sociales, además de recibir dinero para mantenerlos allí insertados, y tener benefícios como paseos, comida, billetes de autobus para acudir a los tratamientos, etc.

Share This