Quim Grau. Educador social. Subdirector del Centre Educatiu Els Castanyers
Al hablar de educación social no debemos evitar el nombramiento del binomio vínculo / separación. Esto que inicialmente parece paradójico, es la base de todo proceso de socialización, o dicho de otra manera de todo proceso de educación. Para separarse uno, debe estar previamente vinculado, es más, posiblemente el ser humano no pueda vivir sin vínculo al OTRO.
El establecimiento del vínculo educativo, independientemente de donde se produzca, se construye con diversos elementos, especialmente con la confianza y la responsabilidad.
El vínculo se estructura sobre la articulación del DAR y el RECIBIR, con la inexorable participación de la RESPONSABILIDAD: el educador se erige en el lugar de la autoridad, el lugar del control de la confianza. Lógicamente este lugar de valedor de la confianza, exige una responsabilidad del educador, en el vínculo. Es él, y no el sujeto, el que define y debe, en todo momento, posibilitar un lugar de apuesta a favor del sujeto.
Habitualmente los CRAES (Centros residenciales de acción educativa) se estructuran institucionalmente desde el discurso del CONTROL con visos punitivos. El control es la premisa fundamental en el discurso institucional de los centros ya que el sujeto hace un ingreso producido por el juicio negativo de lo público sobre las funciones de lo privado.
Este discurso institucional fuertemente arraigado, no lo es de manera coyuntural, sino consecuencia de las marcas fundacionales de los CRAES y predispone al equipo educativo a otorgar a los sujetos un lugar de control, en vez de otorgarle una plaza educativa.
Esta realidad institucional que sufren todos y cada uno de los sujetos ingresados en el dispositivo, se redobla en el caso particular de aquellos sujetos con problemáticas de salud mental. ¿Por qué?
El equipo educativo toma una distancia de carácter profiláctico (miedos) frente a este tipo de sujetos: ellos no son evaluados (juzgados) sino prejuzgados, es decir se toma la problemática de salud mental como límite educativo en sí mismo, sin dar la posibilidad de establecer un tiempo de evaluación de las dificultades y posibilidades educativas (educabilidad). La plaza otorgada es la de «loco» aquélla que imposibilita la acción educativa.
El trabajo del equipo, entonces, se centra en cómo y cuando expulsar, y como gestionar el control durante su espera a la expulsión. En vez de actuar el binomio vínculo/separación, lo que se pone en juego es un proceso de segregación.
Esta concepción segregadora inhabilita la puesta en juego del binomio de DAR/RECIBIR confianza. Se cumple, de esta manera, la llamada profecía auto cumplida: el sujeto en este escenario acaba comportándose tal y como el equipo había previsto desde el prejuicio inicial, la institución acaba produciendo aquello que teóricamente quería prevenir.
No es de extrañar, por lo tanto, que el equipo educativo esté más preocupado y ocupado en la administración de la medicación, que en habilitar espacios, nuevos espacios, productores de vínculo, de nuevos vínculos.
La propuesta empezaría entendiendo al sujeto de la educación como un elemento que ocupa un lugar en una estructura de relaciones.
¿Qué espacio deberíamos dar a estos sujetos dentro de los CRAES?
¿Qué valor debemos darle, como alternativa?
Creemos que debemos darle un lugar con valor social, apostando por él, como ciudadano de pleno derecho y deberes.
Debemos otorgarle un lugar de reconocimiento como sujeto con futuro, un lugar más allá del «ser», una alternativa a las posiciones sustancialistas.
Es necesario darle la palabra sobre sí mismo, escucharle. No se trata de terapia sino de demostrar la importancia que tiene para nosotros.
Debemos dar al sujeto un espacio como único protagonista de su historia: dueño de su vida, con capacidad de discernir. Sencillamente como ciudadano.
Sin salvarlo, ni condenarlo. Se trata de estar acompañándolo, sostenerlo, ayudarlo en sus elecciones, sin colocarlo en el lugar de enfermo o de otro significante, loco, bipolar, etc. Esto a veces encierra un peligro para el equipo educativo porque no posibilita pensar en lo educativo.
Se trata de introducir la idea del Don, aquí la educación juega un valor de magia. Aquello que doy, que regalo, y que suele ser valorado por el sujeto y que él me devuelve mil veces más.
Creemos en un principio fundamental: donde hay que vincularles en lo social y no en la institución.
Como conclusión los sujetos con problemática de salud mental deben ser tratados desde el discurso educativo, de la misma manera que el resto de los sujetos. Sólo así, se garantiza la no segregación por parte de la institución. La única posibilidad de establecer vínculo con lo social es la separación del significante de enfermo mental, en muchos casos previamente atribuido. Posiblemente «TODOS» estamos en falta.
Sin duda la existencia de una patología mental supone consecuencias en la particularidad del sujeto pero en ningún caso debería significar una imposibilidad de trabajo educativo, no por lo menos a priori.
El vínculo social debe ser promocionado desde la particularidad del sujeto. No existe una única y verdadera modalidad de vínculo.
La educación tiene el maravilloso encargo social de vincular al sujeto, siempre particular, con lo social y general.
Esto lo intentamos llevar a la práctica con una serie de actividades que realizamos con los sujetos.
Se procura darles un lugar en la institución, un lugar simbólico, en la lógica del don, les damos algo, un poema, una planta, un libro.
Buscamos la conversación sobre aquellos temas sobre los que él sabe. Les preguntamos sobre sus amigos, sobre sus aficiones. Juntos miramos sus fotos. Es importante acompañarlo en los aspectos públicos y también respetar sus espacios privados, por ejemplo, pidiendo permiso para entrar en su habitación.
Intentamos romper con las leyes generales del CRAE, proyectos de centro, reglamento de régimen interno, normativas, intervenciones homogéneas… con todo aquello que ponga obstáculo a los sujetos para hacerse cargo de su historia personal. Queremos realizar un contrato personal con el sujeto que, quede reflejado en el PEI, donde el participa de su elaboración. Esto puede implicar permitirle que tenga sus propios objetos, elegidos por él mismo, objetos como una pecera, un ratón en la habitación. O incluso cambiar un cuter por un cola-cao….
(*) Ponencia presentada en la VII Jornada de Debat de la Fundació Nou Barris «Els trastorns mentals greus en la infància i en l’adolescència». Noviembre 2004.