Susana Brignoni. Psicóloga. Psicoanalista. Coordinadora del SAR
Introducción
Quiero introducir esta sesión clínica a partir de lo que originó la elección de este tema. Estamos preocupados. En el SAR de la FNB atendemos a niños y adolescentes tutelados, que asisten, muchos de ellos, a sus sesiones durante un tiempo y que bajo diversas modalidades nos convierten en testigos de su historia. De alguna manera, podemos decir que les ayudamos a construir lo que, más adelante (en un tiempo diferido del que tal vez ni siquiera tengamos noticias) …lo que será su memoria. Una memoria particular, ya que se trata de la vida de cada uno de ellos pero también una memoria colectiva en la medida en que cada una de sus vidas está a cargo de la administración.
Y nuestra preocupación aparece, en diversos momentos, pero hay uno en especial: ese momento en que van a dejar de estar tutelados. ¿Qué quiere eso decir? Es ese momento en que se confrontarán con la ausencia de otro reglamentado y con los resultados del trabajo que ellos han realizado para instituir a algún otro que los acompañe más allá de los reglamentos o para seguir “solos” por circuitos socialmente aceptados. Lo que sabemos desde la perspectiva clínica es que ese momento aparece marcado bajo las formas de la fragilidad…Lo que no quiere decir que sean frágiles…pero sí que hay que acompañarlos…Tal vez tenemos que empezar a pensar ese momento de corte como un puente o como el barquero que hace de lazo entre una orilla y la otra… A continuación leeremos desde dos perspectivas diferentes(*) las modalidades que puede adquirir dicho trabajo.
(*) Textos presentados en la sesión clínica: “Els adolescents tutelats: la sortida del sistema de protecció” el 19 de mayo de 2009, en la Fundación Nou Barris.
El futuro de los adolescentes tutelados
Marta García. Directora tècnica de la Cooperativa ISOM
Los adolescentes tutelados que viven en CRAEs tienen una fecha muy presente en su mente: la mayoría de edad, los 18 años. Ahí está el límite de su estancia en un centro, el momento en que podrán sentirse “libres” y “hacer lo que quieran” como tanto nos dicen que desean.
Pero antes de esta edad, muy a menudo cerca de los 16, cuando se empieza a plantear el desinternamiento, los chicos ponen en marcha diferentes manifestaciones (ya sean verbales o a través del comportamiento) que nos indican que hay algo que les está pasando, algo que les inquieta y que tiene que ver con la salida.
¿Podemos los equipos educativos realmente prever o anticipar lo que ocurrirá? Pensamos que no, no hay nada previsible ya que la experiencia nos dice que tenemos aquellos chicos que nos hacen creer en que todo va ir bien y luego no va bien, aquellos otros que parecen que no lo van a conseguir y lo consiguen…
Pero lo que sí sabemos y hay que tener en cuenta es el sufrimiento o la ansiedad que este hecho plantea en los chicos a partir de cierta edad y por este motivo pensamos que el proceso o preparación de la salida de los chicos de los centros debería considerarse uno de los objetivos prioritarios de la atención en los centros. Este proceso debe planificarse en forma de objetivos y organizarse adecuadamente para cada joven de forma individualizada. No puede tratarse de forma aislada.
En todos los casos en los que se plantea el desinternamiento hay que preparar al chico para que pueda hacer frente a una nueva situación vital en la que se debe tener en cuenta
Por un lado:
-Las cuestiones materiales como el manejo del dinero, la formación prelaboral y laboral y su futura inserción, el alojamiento.
-Las cuestiones que tienen que ver con sus capacidades y habilidades para tolerar la frustración, el comportamiento compulsivo o impulsivo, la capacidad para la anticipación o la reflexión, el manejo de la agresividad, el nivel de influenciabilidad.
-Las cuestiones que tienen que ver con ayudarle a manejar un sentido de continuidad en su vida y a integrar, en el mismo, la previsión de futuro fuera del centro. Y que no se dé por supuesto una repetición de lo que ocurrió en su vida antes de entrar en el centro.
Debemos igualmente tener presentes algunas consideraciones.
La primera es el cambio tan brusco que se produce de un día para otro. El chico pasa de estar protegido por la administración, bajo el soporte constante a nivel asistencial y educativo de un equipo, a verse con las maletas a cuestas y tratando de averiguar “¿y ahora, qué?”. Evidentemente existen recursos para paliar esta realidad tan dura, pero pensamos que la sensación en la salida debe aproximarse a la descrita. Deberíamos cuestionarnos si el sistema de protección y sus recursos son los adecuados para el desarrollo individual de los chicos/as tutelados hacia a una mayoría de edad. A veces pensamos que el sistema protege demasiado para desproteger luego de inmediato.
Parece evidente que la gran responsabilidad que se asume por parte de los profesionales implicados en la tutela y guarda de los chicos/as desamparados deriva muchas veces en cierta inacción por miedo a las consecuencias, entendiendo inacción como sobreprotección o el no probar (no otorgar autorización para permisos, actividades, etc.). No vamos a defender aquí el probar por probar, pero sí el anticiparles las situaciones con las que se van a encontrar. De forma gradual, pensada para cada uno de ellos. Creemos que el centro debe animar hacia la toma de contacto con estas situaciones difíciles con un objetivo: la aceleración en la toma de conciencia de las propias limitaciones, ya que invita y posibilita la transformación de algo en el chico.
¿Por qué? Sencillo. En la vida es necesario aprender, y se aprende más y mejor desde la práctica del no acertar y rectificar lo equivocado que desde el tránsito exento de riesgos en el que a veces se convierte el itinerario de vida de un adolescente en el sistema de protección.
Este proceso de aprendizaje activo en el que es imprescindible involucrarles en el trabajo, hacerles protagonistas, les facilita la elaboración de cualquier fracaso o éxito en su proceso. Y desde nuestro punto de vista es necesario y aconsejable hacerlo durante el periodo de estancia en el centro.
Porque ahora el centro le puede acompañar. Le puede escuchar y retomar sus preocupaciones, puede guiarle y amortiguar sus fracasos, puede ofrecerle experiencias que le ayuden a reconstruirle y darle respuesta a sus interrogantes. En definitiva le empuja a continuar creyendo en su proyecto de futuro. En los centros quienes la apoyan y materializan el proyecto de futuro de los chicos son los equipos educativos. Y lo hacen mediante mensajes que articulan en su discurso, que ayudan a reforzar la creencia del ideal del chico en un futuro mejor.
Este mensaje está cargado o debería estarlo de la firme creencia en las posibilidades de construcción de un futuro diferente para ellos y del firme compromiso a querer hacerlo y a llevarlo adelante. Supone pensar en que su destino o su futuro no está predeterminado por la situación que vivió en su pasado.
La segunda consideración. Si miramos a nuestro entorno, nos damos cuenta que la edad de emancipación se retrasa cada vez más. Hay unas cuestiones socioeconómicas evidentes que todos conocemos y en las que no vamos a redundar (precio de los pisos, sueldos, precariedad laboral). Pero hay otra cuestión básica de especial importancia para nosotros: madurez. ¿Los adolescentes tutelados (los cuales están en pleno proceso de construcción, con serias dificultades sociales, orgánicas, intelectuales y emocionales) pueden dar respuesta a las exigencias sociales que les plantea el desinternamiento? ¿El nivel madurativo de los adolescentes tutelados responde a estas exigencias? Una pregunta más ¿Los chicos de 18 años de familias normalizadas están capacitados para la emancipación? Conclusión, los tutelados DEBEN ser más maduros y estar mejor preparados que los no tutelados cuando la lógica indicaría que necesitan más tiempo que los otros.
Cabe incluir aquí que los equipos educativos tenemos prisa ya que hay que trabajar muchísimas cuestiones anteriormente citadas: recursos materiales, capacidades y habilidades, y el manejo del sentido de futuro; y en muy poco tiempo
La tercera consideración. Las rupturas, pérdidas y cambios de referentes que se producen a lo largo de su vida. Primero, del núcleo familiar. Después, de los profesionales que van pasando por su lugar de trabajo en el CRAE (a lo largo de los años, muchos). Pero también puede ser que en el proceso haya sufrido más pérdidas si de inicio ha estado en un centro de acogida, después en uno infantil de edad limitada hasta los 12 y por último en uno de adolescentes con edad limitada hasta los 18. Por poner solo un ejemplo. Entendemos que debe ser difícil irse creando referentes sólidos en la misma medida en que uno los va perdiendo. Llegan los 18 y “¿ahora quien es mi referente?”.
¿Quién o quienes dan continuidad al mensaje del que antes hablaba? ¿Quizás se nos ha pasado por alto qué debemos pensar en que los encuentros con los que le atenderán (otros equipos, otros terapeutas, etc.) deben estar pensados para que sean significativos para los chicos? Y por significativo entendemos que le den sentido también a su proyecto de futuro, que lo sustenten.
Por lo tanto la continuidad debería darse entonces también en relación a las personas que apuestan por su plan de futuro, para evitar de nuevo las rupturas. Y el tiempo nos dice que este es un elemento clave que no hay que olvidar si queremos garantizar el éxito en el desinternamiento.
Dichas algunas consideraciones teóricas que un equipo educativo debería tener presente para propiciar un proyecto de vida sólido y positivo. Hay que tener presente, SIEMPRE y en gran medida que será el propio chico quien va a escoger su proyecto de futuro.
Llegada la mayoría de edad hay diferentes tipos de desinternamiento (por emancipación, paso a un piso asistido, los que siguen tutelados) pero para todos ellos la experiencia demuestra que, después de un tiempo de separación, muchos de los chicos que han estado privados de volver a su núcleo familiar por motivos de riesgo quieren volver a casa aún sabiendo (aparentemente) de las dificultades existentes. Pero este “saber” es lo que dicen los otros de lo que pasa en su casa y en su vida. Son los típicos casos en los que el mensaje del equipo está vacío para el chico. La realidad para él es otra y muy distinta a la que le cuentan que es.
Los equipos, EAIA, DGAIA y otros podemos considerar que su núcleo familiar no ofrece el entorno adecuado para el chico. Que tiene graves carencias y está ciertamente deteriorado, además sabemos que no va a cambiar de un día para otro. Ahora bien, desde el momento en que sabemos que el chico ha escogido esta opción y es la que va a hacer efectiva, queramos o no. ¿Qué hacer entonces? Pensamos que el trabajo previo consiste en acercarle de donde le sacaron para que pueda “ver “ distinto. Tal y como comentábamos antes, aquí debiera “probarse” la vida en casa, facilitarle la convivencia, para detectar dificultades y poder trabajar conjuntamente con el chico las soluciones o estrategias a emplear.
Vamos a aumentar el conocimiento del adolescente sobre su realidad, las propias limitaciones y la de los otros y vamos a ensayar como va a desenvolverse allí en un futuro. El contacto y conocimiento con la realidad que van a encontrarse en un futuro les va ayudar a detectar las dificultades, a ensayar estrategias de actuación, a reconocer los errores propios, a buscar soluciones, a adquirir iniciativa, determinación y seguridad. En definitiva, les va a ayudar a aumentar su madurez.
Es más; es muy posible que este conocimiento que se desprenda de esta experiencia de vida le haga cambiar de opinión respecto a su proyecto de futuro. En todos los casos en las que esta estrategia se ha puesto en marcha hemos logrado lo que finalmente pretendíamos que sea: él mismo, con criterio y mayor nivel de conciencia el que crea que puede tener un futuro mejor y distinto para él, (aquel que el equipo le ofrecía).
Oferta particular en un momento particular
Julián Camacho. Coordinador de pisos de menors de l’Àrea de Suport amb joves tutelats i extutelats (ASJTET).
El Àrea de Suport als Joves Tutelats y Extutelats (ASJTET) existe desde el año 1995. Depende directamente de la Secretaria d’Infància i Adolescència del Departament d’Acció Social i Ciutadania. El objetivo de l’Àrea es la creación de un sistema que facilite el proceso madurativo de los/las jóvenes a través de un acompañamiento, la motivación, el asesoramiento, la orientación y la formación para facilitar y potenciar sus procesos de autonomía personal y todo esto mediante una intervención individualizada. El ASJTET consta de diferentes programas:
- Via Laboral: Trabaja en la inserción laboral. El objetivo es ayudar a los jóvenes a mejorar las competencias profesionales para incrementar las posibilidades de acceder al mundo laboral
- Acompanyament jurídic: Ofrece apoyo a los jóvenes en materia legal de inmigración, en cuestiones civiles o penales, de documentación, tales como NIE, permisos de trabajo,…
- SAEJ (Servei d’acompanyament especialitzat a joves): principalmente a jóvenes inmigrantes que se les ofrece pensiones. donde poder vivir temporalmente y el acompañamiento y seguimiento de un educador de calle.
- Supervisió i suport psicològic: Es complementario a los otros programas. Su objetivo es ofrecer un apoyo u orientación psicológica a los/las jóvenes integrados en cualquier otro programa del ASJTET.
- Suport econòmic: Este programa intenta dotar al joven mayor de 18 años, de unos ingresos que le permita desarrollar su proyecto de autonomía e independencia. Estas posibles ayudas van vinculadas al seguimiento de un Plan de Trabajo
- Habitatge: Se lleva a término mediante entidades colaboradoras y se ofrece a los/las jóvenes con determinado perfil la posibilidad de residir en pisos o residencias asistidas con el objetivo de consolidar su proceso educativo y de integración social, así como conseguir una mayor autonomía y reforzar su independencia.
De lo que yo os voy a hablar es del programa de Habitatge o pisos asistidos para menores de edad. Este programa se inició para cubrir algunas necesidades de los jóvenes que a los 18 años ya no pueden seguir estando tutelados por la administración y consecuentemente han de salir del centro. Muchos de estos jóvenes ingresados en los CRAE, no tienen posibilidades económicas para poder independizarse ni posibilidades de ser acogidos por algún familiar en el momento de cumplir los 18 años. Necesitan un recurso de vivienda donde también se le pueda ofrecer un asesoramiento y acompañamiento en su futuro inmediato. Son pisos de coste económico muy bajo y donde hay un educador como referente adulto que ejerce la función de control pero sobre todo ofrece la posibilidad al joven o a la joven, de un acompañamiento educativo.
Hace algo mas de dos años desde el ASJTET se amplia la edad de acogida a jóvenes a partir de los 16 años porque se observa en los CRAES que hay jóvenes a quien se les queda pequeño el proyecto del Centro. Jóvenes que tienen un proyecto personal y que parece que en el centro no tienen la posibilidad de desarrollarlo. La propia dinámica y prioridades de los Centros acotan el desarrollo y crecimiento personal de jóvenes con características “normalizadas”. Parecería que muchos jóvenes después de los 15 años empiezan a fracasar en los propios centros después de muchos años de vida en ellos.
Desde el ASJTET se ofrecen estos pisos a jóvenes con un perfil concreto. Jóvenes que están implicados en su propio proyecto, jóvenes con habilidades sociales, jóvenes con recursos y ganas de crecer…
Somos conscientes que se les está pidiendo un grado de maduración que no es lo normal en la sociedad actual. Se ha de tener presente que estos pisos están situados en viviendas normales, con vecinos. Esto requiere entre otras cosas, evitar los ruidos y cualquier situación violenta. Los pisos que ofrece el programa para menores son muy pocos y aun estamos en un periodo donde intentamos perfilar el proyecto marco.
Los pisos suelen ser entre 5 y 8 plazas de chicos o chicas y en la mayoría hay una presencia de un educador las 24 horas. También, hay algún joven que aun siendo menor ha estado en un piso de mayores donde la presencia del educador es puntual.
Una de mis funciones como técnico del ASJTET es apreciar la posibilidad o no de que el/la joven pueda sostener la estancia en un piso, es valorar si es el momento de poder conseguir su propio proyecto personal estando en un piso. Entendiendo como proyecto personal sus deseos de futuro, algo así como las fantasías de futuro. ¿Dónde se imagina que estará o querrá estar a tres o cuatro años después? Este es para mi el proyecto de futuro, pero ¿con qué herramientas va a iniciar el viaje?, ¿cuáles son sus potencialidades, habilidades, capacidades personales que le pueden permitir conseguir o no esas fantasías, esos deseos?
Para hacer esta valoración utilizo la información que desde el CRAE o EAIA me llega, mediante el informe propuesta o el último ITSE. La información más importante para nosotros es la que nos describe el momento del joven y la evolución del mismo. ¿Cómo se coloca delante de sus límites y de sus deseos? ¿Qué grado de conciencia tiene de su proyect? ¿Qué habilidades sociales posee? ¿Cómo cuida de sí mismo, tanto a nivel de higiene como a nivel médico?
Después de este contacto mediante la lectura de dicho informe, convoco al joven, conjuntamente o no con su referente, a una primera entrevista, con los objetivos de tener un primer contacto, donde el/la joven se pueda situar y sobre todo permite romper con esos primeros miedos, vergüenzas,… pensando en siguientes encuentros. En este primer encuentro explico qué son los pisos, quién puede ir a ellos y cual es mi trabajo, cómo valoro las posibilidades del joven para sostener su vida en un piso de menores, también les comento que un posible “no” al piso, hará referencia al momento actual, tengo presente que los jóvenes evolucionan rápidamente. En pocos meses podemos observar evoluciones fantásticas si realmente así lo desean. También intento transmitir la importancia que tiene que el Centro o EAIA ayuden en el proceso con una buena y sincera observación de la evolución del sujeto, donde intento que se entienda el esfuerzo que debe hacer para vivir en el piso y las implicaciones que puede llevar una equivocación por parte de los adultos que ofrecemos este recurso a un joven que después no pueda sostenerlo. De alguna forma aunque la última palabra sea del Àrea de Suport als Joves, intento que se entienda que vamos a compartir la responsabilidad de la decisión.
En esta primera entrevista no suele haber mucho intercambio de información, como he dicho suelo ser yo quien habla más, aunque si intento que el joven pueda hacer alguna pregunta. Se trata de que él pueda volver a reflexionar sobre su decisión de ir o no a un piso asistido, intento que no tomen esta decisión en ese momento, aunque hay muchos jóvenes que intentan responder ya. Les doy mi teléfono e insisto en que me llamen diciendo si quieren o no seguir con el proceso. La mayoría llama a la semana.
“T” verbaliza que quiere ser diferente a su hermano. Quiere trabajar y montar su propio piso.
Es a partir de la segunda entrevista donde trabajo con el joven a solas e intento conocer su situación delante de esos ítems que ya he nombrado, que son los que me hacen valorar la posibilidad que el joven pueda sostener su estancia en el piso. Para mí no tiene importancia el hecho que sepa cocinar, poner lavadoras,… esos aspectos, si se quiere, son los más fáciles de aprender. No tengo un guión a desarrollar en las entrevistas, se trata de abrir la conversación y poder encontrar esos deseos, miedos, ilusiones, límites, compromisos,… que el joven trae consigo. Intento que los encuentros no se acaben en los 45 minutos de entrevista. Se trata de crear toda una situación que provoque al chico pensar y compartir esas propias reflexiones con sus referentes. Se trata de que él vea la importancia de esa decisión, decisión que él ha de sentir que es solo suya. Se trata de conseguir que la entrada en el piso sea vivida con un grado importante de consciencia de lo que representa y valorada como tal.
“T”. A los pocos días ya pide la segunda entrevista. Delante de mis preguntas el dice no tener ninguna dificultad:” Yo todo lo puedo conseguir. Todo lo que me propongo. Quiero crecer y lo conseguiré cuando salga del CRAE. Cuando este solo haré mis cosas, ahora están los educadores”.
Después de estos encuentros con el joven, que suelen ser entre 3 y 5 entrevistas, derivo el informe y propuesta a un piso en particular y le convoco para presentarle al Director/ y/o educador/a del piso. Este espacio puede ser de una o dos entrevistas para explicar al joven la normativa concreta del piso. También sirve para confirmar si el chico se puede incorporar en ese piso, teniendo en cuenta el grupo de jóvenes que en ese momento hay.
“T” ya tenia información de los pisos. Los educadores del CRAE ya le han hablado de los pisos y le han dicho que es lo mejor para el. Dice: “ya lo sé todo”. Quiere ir rápido durante el proceso. Él quiere un piso cerca de su familia, aunque esperará a acabar las clases. Estamos en marzo y viene con muchas prisas pero después dice esperarse a junio, cuando acaban las clases.
Después de esta entrevista entre el joven y los referentes del piso quedan entre ellos para hacer una visita a dicho piso, con el objetivo de que él acabe de decidirse. Mientras tanto, convocamos un encuentro entre el referente del Centro o/y EAIA, referente del piso y yo donde se hace un traspaso de información, partiendo de un recordatorio de la situación familiar y personal del joven. Se analizan las posibles dificultades y cómo trabajarlas. Y se decide el proceso y día de entrada.
Hay casos que implican un proceso de adaptación lento al piso. Hay jóvenes que necesitan realizar varias visitas al piso. En todo caso remarcar que tanto el proceso de entrevistas como el de cambio al piso, es totalmente personalizado y utilizamos el tiempo necesario. No somos un recurso de urgencia y eso nos permite personalizar los tiempos.
“T”. Se siente seguro, confiado, ilusionado. Él se muestra responsable y decidido. Seguramente las normas no le son nuevas.
Una vez indicado el proceso y sus objetivos cabe señalar qué le pasa al joven una vez está en el piso. Cómo su edad, tan difícil para todos, influye en ellos mismos.
Como ya sabemos los jóvenes son muy influenciables por el entorno y esta influencia puede mostrarse inversamente proporcional al ambiente de este entorno. En un sistema infantil, el adolescente, puede presentar comportamientos adultos y en un sistema que implica cierta maduración, puede presentar actitudes infantiles. Por ello cuando entrevisto a un joven o una joven para valorar su entrada en un piso de menores y éste o ésta provienen de un CRAE suele presentarse con un comportamiento responsable y así lo valoran sus educadores. Ahora bien, cuando cambia de entorno e inicia su estancia en el piso y se le pide autonomía y responsabilidad suele hacer una regresión, mostrando actitudes y comportamientos infantiles. Aquí es donde interviene el educador. Sabemos que es importante para el profesional no entrar en ese juego, donde por un lado el joven invita a estar encima de él, pidiendo actitudes maternales al educador. A veces es necesario que el educador se deje llevar y realice cuidados más infantiles al joven. Pero cuando es necesario no colocarse en esa posición, cuando no se favorece al joven haciendo intervenciones que pertocaría a otras edades más tempranas ¿como conseguir el equilibrio entre las necesidades básicas que requiere la convivencia en un piso y las muestras infantiles del joven sin entrar en el proteccionismo innecesario que reclama el adolescente?. Es allí donde vamos a intentar conseguir un buen vinculo educativo.
Hemos intentado explicar y transmitir a “T” las diferentes situaciones y vivencias que un joven puede tener al entrar al piso. Pero parece imposible. Nadie puede evitar que el otro tenga su propia experiencia.
Como consecuencia de este difícil momento, que principalmente se produce durante los primeros meses de estancia en el piso, el joven se encuentra con lo que para mí es algo parecido a la SOLEDAD, al encuentro con algo nuevo, al encuentro con algo que tanto dice desear “ser suficientemente autónomo”. Al nuevo adulto no se le conoce. Hay muchos jóvenes que han de salir o piden salir del CRAE después de muchos años y la separación es muy difícil, pero aún lo es más cuando vas a vivir a un sitio donde no conoces a nadie y todavía no se ha creado el vinculo. Es un sitio donde tú has de empujarte, tú has de levantarte, cocinarte, decidir que vas hacer con tu proyecto, con tus deseos…. Aunque no está solo, el educador hace un acompañamiento hasta donde lo permite el propio joven. Está acostumbrado a tener el empuje, marcaje, guía del educador del CRAE, aunque muchas veces fuera a través de broncas, exigencias. Ahora no hay esa persona. Posiblemente el joven (adolescente) no dejará entrar tan fácilmente a cualquier adulto.
¿Cómo puede este joven sostener un cambio tan importante en su vida?. ¿Cómo puede sostener esta demanda del recurso cuando no se da el tiempo necesario para su adaptación al recurso, donde no tiene, todavía, un vínculo con el adulto? Precisamente es una población con grandes dificultades para establecer esos vínculos. Suele pasar que el joven se queja sobre el recurso. Por ejemplo, expresa falta de libertad que le otorgan los educadores del piso. Viven las tareas domésticas como imposición una … O realizan marchas (fugas) del piso. Algunas de estas marchas son hacia la independencia, observadas por nosotros, los adultos, como una huida hacia el fracaso. O huidas regresivas, volviendo a entornos ya conocidos como volver al domicilio familiar.
Dentro de estas reflexiones habría que distinguir a los jóvenes nacionales de los extranjeros y a las chicas de los chicos. Los provenientes de familia biológica o acogedora que directamente entran en un piso de forma voluntaria, sin haber pasado años de su infancia en centros y en ese momento de su vida prefieren marchar de casa a quedarse. Es como una elección de independencia. Los provenientes de CRAES no lo viven como independencia. Muchos jóvenes de centros permiten, aceptan el cambio porque es el deseo del educador o la necesidad del proyecto del Centro. ¿Qué es para este joven la entrada a un piso?.
“T” lleva dos meses en el piso. Parece que no va aguantar. Dice sentirse muy presionado por los educadores. Parece que se va a marchar. ¿Cuánto es mucho y cuanto es poco? Los educadores deciden rebajar la exigencia y “T” se recupera. Pasa cuatro o cinco meses y por fin encuentra trabajo. Está contento de estar en el piso.
El joven y la joven entran en un piso llenos de fantasías, ilusión, algunos, si hay suerte con algunas dudas pero muchas esperanzas, fuerza… Pasan los días y las semanas y llega la Soledad. A veces es algo nuevo, inesperado, difícil de sostener. Parece imposible de superar. ¿Qué va a pasar? ¿Qué va a quedar? Hemos trabajado o intentado trabajar con el joven ese momento y parece que por mucho que hayamos hablado, lo difícil de ese momento no se lo podemos evitar.
“T”. Hace unos meses ha cumplido los 18 y ahora plantea marchar del piso. Quiere probar y vivir en su casa, la suya. Dejar el mundo de los adultos y emprender el suyo. Los educadores le escuchan y aunque no lo ven preparado han de dejar sus deseos y conectar con los de “T”. Van a trabajar juntos, para que “T” se encuentre con ese, su mundo adulto. “T” está sin trabajo y casi no tiene dinero ahorrado pero lleva 9 años en centros.
La propuesta de que los jóvenes puedan vivir en un recurso, lo más normalizado posible, como son estos pisos, atrae e invita a sostener estos proyectos pero también sorprende lo difícil que les resulta a los jóvenes esta propuesta.
Estamos aun en un inicio de enmarcar y definir la función que pueden ejercer estos pisos en la vida de los jóvenes. Aun nos falta mejorar esta oferta particular para ese momento tan particular del joven.