Ana Cornaglia. Trabajadora Social FN9
No hace mucho, un cuento me trasladó a otro tiempo, a un mundo imaginario donde me sentí espectadora y partícipe de las peripecias del personaje en cuestión. Esta experiencia que defino como “mágica”, tuvo lugar al participar de un curso de formación para educadores, trabajadores sociales, personas que intervienen en el campo de la adolescencia.
En el cierre de cada sesión de trabajo, el tallerista(1), un terapeuta, actor y formador de las técnicas del Teatro del Oprimido, método establecido por Augusto Boal, nos convocaba reuniéndonos en círculo y acompañado de un Yembe, comenzaba a narrarnos historias, cuentos… Como aquella oriunda de una tribu de Burdeos, que hablaba de un niño que cuando nació era sólo su mitad izquierda. Y su tránsito a la adolescencia implicó la búsqueda de su otra mitad… O la que versaba sobre el nacimiento de “Poder”, un niño que venía con un regalo vital para su comunidad, para su aldea, el poder de convocar a la lluvia, siendo así tan necesaria su presencia para los suyos.
A partir de esta experiencia quisiera compartir algunas cuestiones relacionadas con el valor de los cuentos como recurso de transmisión simbólica, de función de individuación; en suma, como herramienta pedagógica para trabajar con niños, adolescentes y adultos.
Para contextualizar, me interesa señalar sólo algunos aspectos y efectos del paradigma actual de la globalización, que se caracterizan por las incertezas y la pérdida de referencias que antes se presentaban como seguras y estables. Los “tiempos líquidos” de los que nos habla Zygmunt Bauman(2). La función del trabajo, por ejemplo, que vertebraba un proyecto personal, familiar y social. Hoy el contexto del capitalismo especulativo ha sometido a muchas personas a una degradación, precarización y despersonalización importante.
Sumergida en esta lógica de mercado, también se ve afectada la formación académica, sujeta a sus dictados que no se sabe bien cuáles son, ya que hoy en día más formación o competencias, no garantiza un mejor acceso laboral.
El campo de la familia tampoco queda fuera de estos dictámenes. La compatibilización de la vida familiar y laboral, la marcha de los referentes familiares fuera de sus países en busca de mejores condiciones de vida, la experiencia de “desarraigo”, los procesos de reagrupación familiar, efectos sociales que inciden directamente en el ámbito doméstico y en las funciones de cuidado, atención y educación de los niños. Otra variable interesante que incide en la realidad de las familias, y que señala la trabajadora social argentina Liliana Barg(3), se refiere a cierto desdibujamiento de roles igualando y ubicando a padres e hijos como “consumidores” del gran escaparate en que se ha transformado nuestra sociedad.
Efectos del modelo económico que marca y señala las reglas de juego actuales a todos los niveles del campo social, donde algunas características a señalar son la desregulación, la fragmentación social y cierta desorientación.
Como respuestas a las nuevas condiciones a las que se ven enfrentadas las familias, viene apareciendo desde las instituciones la necesidad de crear “Escuelas para padres”, “Universidad de padres on line”(4), o también programas televisivos como Supernanny con su particular formato de producto comercial.
¿Qué ha pasado con los padres y referentes familiares de los niños para que ahora necesiten ser enseñados y habilitados a desempeñar su función, propiciando que asistan a la Escuela?
El relato como medio de restituir saberes. Una experiencia a través de los cuentos
Participamos como CSMIJ, respondiendo a una invitación realizada por el Departamento de Salut Pública de Barcelona, para colaborar con unas charlas formativas a un grupo de padres de Ciutat Meridiana, uno de los barrios que conforman el distrito de Nou Barris, en el que estamos insertos como Fundación. Dichas charlas venían enmarcadas en el “Programa de desenvolupament d’habilitats parentals per a famílies”(5).
La propuesta que se impartiría a los padres, estaba construida por una serie de sesiones de carácter formativo e instructivo. En este caso el programa estaba planteado para padres de niños y niñas de 3 a 5 años.
Nuestra motivación fue responder a un proyecto que ha sido planteado desde un sentido comunitario. Hacer “comunidad” en el territorio nos parece necesario, trabajando con otros servicios de la zona, como las escuelas, el centro de salud y los servicios sociales. Especialmente en el territorio de Ciudad Meridiana, que tiene la particularidad de ser un barrio donde hay una precariedad a nivel social que necesita ser atendida. Allí el CSMIJ de la Fundación Nou Barris está inserto en el marco del CAP (centro de atención primaria). Un día a la semana una terapeuta atiende a pacientes, niños y adolescentes y sus familias, de origen inmigrante en su mayoría. Personas que salieron de sus países en busca de mejores condiciones laborales y de vida.
En el marco del Programa, abordamos dos sesiones orientadas a ayudar a los padres en el acompañamiento a sus hijos. Una, centrada en la incidencia en la autonomía de los niños, de forma que éstos aprendan a solventar “solos” las distintas situaciones de conflicto que pudieran presentarse. La segunda sesión tenía que ver con las situaciones de conflicto donde se ven implicados padres e hijos.
Para introducir estas temáticas complejas, dadas las edades de los niños y la natural dependencia con sus padres, recurrimos a los cuentos como herramientas y antesala al posterior trabajo.
¿Por qué nos valimos de los cuentos? Algunas de las preguntas que nos interrogaban y lo siguen haciendo son: ¿cómo se educa, si es factible hablar de educar en lo afectivo?, ¿cómo orientar a los padres en el afecto hacia sus hijos?, ¿cómo se transmiten, desde afuera, significantes tan complejos como cuidados, paciencia, escucha, espera, tiempo; tan vinculados a lo subjetivo y al deseo…? ¿Puede ayudarnos un cuento o un relato en esta tarea?
El cuento, nos transporta a un mundo imaginario, a un terreno que nos parece idóneo para la trasmisión de lo simbólico, que es el campo de trabajo donde están insertas las cuestiones que tienen que ver con los afectos y los vínculos.
Un terreno, el del cuento, donde “todo es posible” gracias a su carácter mágico, y que nos lleva, si lo permitimos, a aquel mundo más perceptivo, que se desarrolla y evoluciona en un canal diferente de lo racional.
La función del contador de cuentos es vital, ya que será él quien encarne a los personajes que se enfrentan al conflicto o a la contradicción, para luego resolverlos; porque es un cuento. El narrador debe “meterse en la piel de los personajes, prestarle por un tiempo, su pasión, sus sentimientos, su personalidad”(6). Embestirse del enojo, la violencia, la fragilidad… el cuento permite “la expresión elemental y púdica de sentimientos comunes”(7).
En nuestro trabajo, el cuento tenía el objetivo de generar un puente de comunicación con los padres a partir de lo imaginario, una manera de introducirnos “juntos” en la lógica infantil. Abrir un canal de comunicación diferente. Partir de una historia sencilla y cerrada, como son los cuentos, donde lo que importan son las acciones de los personajes, que tienen una función y un mensaje cargado de “sentido”. Georges Jean, citando a Claude Brémond, refiere respecto de nuestro universo y del universo simplificado de las relaciones y personajes en los cuentos: “[…] son reglas que dirigen los intercambios de ayuda y de agresión, mecanismos de astucia, la creencia oculta en la eficacia de los procedimientos mágicos, la esperanza del milagro. En resumen, la condición humana en su común perennidad”(8). El milagro, lo mágico como posibilidad, como algo que abre puertas, que nos habilita para una situación que reflexionada “en conjunto” puede permitir ver en cada caso cómo se puede producir dicha habilitación como vía de resolución a cuestiones cotidianas, en la relación de padres e hijos, en nuestro caso concreto.
Otro de los aspectos que nos brinda el cuento y que nos parece interesante, es que éste de alguna manera nos introduce en las experiencias iniciáticas de los personajes, como experiencias decisivas, vitales; y también experiencias de pasaje: nacimientos, crisis, malestar, cambios, relatadas desde una cierta ingenuidad y naturalidad. Éste es un aspecto atractivo que nos permite recuperar aquellas situaciones que hoy parece que “nos desconciertan”, y que sin embargo se producen desde siempre, aunque en un marco social más complejo. El marco de una sociedad fragmentada y aislada que debe recuperar espacios comunes donde se puedan compartir las experiencias vitales.
En la era de la información y la comunicación, del mensaje a través de la imagen, de lo inmediato e instantáneo, no hay tiempos. Nos comunicamos como sujetos aislados, y a través de lo que otros escriben, sabemos de nuestros malestares. No hay espacios para la reflexión sobre nosotros mismos, sobre nuestras acciones; tampoco para asumir responsabilidades, para pensar nuestra contemporaneidad y nuestra subjetividad. El tiempo remite al ahora y el espacio es virtual, estamos “solos” frente al dispositivo tecnológico.
Por ello creemos que el cuento puede ser una vía que permita reflexionar en conjunto y, desde el plano de una historia, enfrentar aspectos subjetivos sin que haya cuestionamientos de carácter personal. Son aquellos personajes “funcionarios de la acción”(9) los que se ven envueltos en todas las vicisitudes de la experiencia humana. Y, además, en ese cometido que es la integración de “las tendencias contradictorias inherentes a nuestro ser”(10).
El cuento nos introduce también en el mundo de lo ritual, los ritos como “núcleos de inscripción de la subjetividad”, señalaba Cristina Corea(11). Aquellos significantes que nos ayudan a marcar dichos pasajes. El cuento tiene un mensaje que es universal, porque entraña aquello tan humano como la búsqueda de sentido y, además, introduce sentido. La posibilidad que brinda el relato de historias clásicas o tribales, es recoger en la aventura que emprenden los personajes instancias que revelan un camino de “individuación” a través de significantes. Siguiendo con el escrito de Jean: “en la mayoría de cuentos se halla representada la figura de seres que acceden a la plena realización adulta de sí mismos. Los cuentos son así modelos iniciáticos, en el sentido no sacralizado del término”(12).
A partir de estos núcleos de análisis que comporta el cuento, se abre un abanico interesante para trabajar con los adultos, como fue, en este caso, la temática de las funciones parentales. Cuestiones relacionadas a los límites, la angustia, la exigencia, las primeras experiencias como padres.
Pero el relato de los cuentos debe ser narrado en “comunidad”, como era utilizado por las tribus antiguas, reunidos en torno a una fogata que congregaba a la colectividad.
En el trabajo con el grupo de padres, el aspecto más relevante rescatado por ellos, fue haberse conocido y compartir experiencias que eran comunes, y poder reconocerse ahora cuando se reencuentran en su espacio cotidiano del barrio. Al escuchar esto, pensamos que más allá de las técnicas con las cuales trabajar, sigue siendo vital el encuentro con otros como un medio de pensar, de discutir, de sentirse referenciados, en un camino tan complejo y cargado de angustias como es el de transitar la paternidad.
Nos interesa utilizar el cuento como un “recurso puente”, frente al “no saber” de algunos padres o a la “creencia” de no saber cómo ejercer las funciones parentales, que los deja muchas veces en la impotencia y el malestar de la experiencia de lo educativo. Cristina Corea nos remite al concepto de “desubjetivación”, que nos ayuda a pensar sobre estas cuestiones.
“La desubjetivación habla de un modo de habitar la situación marcada por la imposibilidad, estar a merced de lo que acontezca, habiendo minimizado al máximo la posibilidad de decir no […] Se trata de un modo que despoja al sujeto de la posibilidad de decisión y responsabilidad.
Una de las condiciones de la desubjetivación en el entorno familiar es la visible indiferenciación de los lugares tradicionales de padre, madre e hijo, con la consecuente disolución de las posiciones de protección y autoridad de los padres hacia los hijos. En ese marco de disolución y confusión, la desubjetivación consiste en la imposibilidad de gestionar lugares de enunciación, desde los cuales habitar esas transformaciones”(13).
Introducir lo simbólico que aporta un cuento para reflexionar en torno a él, desgranarlo y encontrar elementos que puedan ser reveladores y análogos a la experiencia vital, es una manera de propiciar “lugares de enunciación”.
Frente a la pregunta inicial acerca de si es posible ayudarnos por medio de un cuento para trabajar lo afectivo, el interrogante sigue estando presente. Es un camino a recorrer con los propios sujetos y serán ellos quienes nos puedan dar algunas respuestas en torno a esta cuestión.
Notas bibliográficas:
(1) Aristizábal, Héctor. Disponible en línea: http://imaginaction.org/artists/hector [consulta: 2-03-2015].
(2) Bauman, Z. (2007): Tiempos Líquidos: vivir en una época de incertidumbre. Barcelona. Carta Blanca.
(3) Barg, L. (2009): Las tramas familiares en el campo de lo social. Buenos Aires. Espacio Editorial.
(4) “TN vespre” 4/12/2011 (17’) Televisió de Catalunya. Disponible en línea: www.tv3.cat/videos/3842010/TN-vespre-4122011 [consulta: 19-11-2013].
(5) “Programa de desenvolupament d’habilitats parentals per a famílies”. Consorci Sanitari de Barcelona. Agencia de salut Pública de Barcelona. Disponible en www.aspb.es/quefem/docs/Programa_habilitats_parentals_families.pdf [consulta: 2-03-2015].
(6) Jean, G. (1988): El Poder de los Cuentos. Barcelona. Editorial Pirene. Jean citando a Bettelheim, p. 215. Citando a Marie-Louise von Frantz, p. 215.
(7) Jean, p. 150.
(8) Jean, p. 128.
(9) Jean, p. 128.
(10) Jean, p. 128.
(11) Duschatzky, S.; Corea, C. (2002): Chicos en Banda: Los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones. Buenos Aires. Paidós, p. 73.
(12) Jean, G., p. 128.
(13) Duschatzky, S.; Corea, C., p. 73.