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En este nuevo número L’Interrogant, en consonancia con la lógica que orienta nuestra publicación, queremos dar cabida a la controversia sobre el abordaje de las llamadas enfermedades mentales. De los diferentes puntos de vista en la interpretación de los malestares humanos nos interesa, especialmente, mantener abierto el debate entre la clínica de los trastornos (trastornos del comportamiento, del desarrollo, TDAH, etc.) y la clínica del síntoma.

Este debate entre dos tipos de clínica se presenta para nosotros como una oposición. A la clínica del trastorno oponemos la clínica del síntoma, entendiendo el síntoma articulado a una estructura psíquica.

Oposición conceptual y por ende, oposición clínica. Trastorno y síntoma hacen referencia a dos formas de entender el abordaje de los sufrimientos psíquicos.

La clínica de los trastornos parte de los fenómenos observables (por ejemplo, problemas de conducta, dificultades de atención, hiperactividad) y plantea un tratamiento generalizable. Es una forma de intervención que no suele tener muy en cuenta lo que el niño o el adolescente pueda decir sobre su malestar o las circunstancias en las que este malestar emerge. Trastorno alude, mas bien, a aquello que, pudiendo hacer sufrir al sujeto que lo padece, trastorna a los que lo rodean.

El síntoma, ya en su concepción más amplia, nos remite a un proceso que no es del todo evidente. Revela una verdad y una satisfacción rechazada y, aunque es vivido como algo doloroso, es una respuesta, un intento de resolución.

Cada sujeto tiene una peculiar forma de situar su síntoma y de relacionarse con él. Nuestro abordaje contempla esta peculiaridad y como consecuencia plantea una clínica del uno por uno, formalizable en sus principios pero no aplicable de forma estandarizada.

Si bien, la mayoría de los artículos hacen referencia a esta distinción entre síntoma y trastorno incluimos también -como es nuestro estilo- artículos de otras disciplinas, de otros discursos que abordan la intervención en los distintos campos de la actividad humana desde una perspectiva que tiene puntos de contacto con la nuestra: establecimiento de lugares para la palabra y espacios para la subjetividad en un mundo donde lo neuronal y lo genético contribuyen a enmudecer lo particular de cada uno.

Estábamos construyendo este volumen cuando nos golpeó la noticia de la muerte de nuestra compañera y amiga Claudia Romero, psicóloga de la Fundación Nou Barris y miembro del comité de redacción de esta revista.

Queremos evocar su recuerdo en este espacio, manteniendo el compromiso con nuestro trabajo. Es una forma que tenemos de mantener viva su presencia y de hacer más soportable su ausencia

Comité de redacción

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