En el editorial del número anterior expresábamos nuestra preocupación por las políticas de contención del gasto público y las consecuencias que los recortes podían tener en la Sanidad Pública. Hoy, más de un año después, la preocupación es aún mayor.
Seguimos escribiendo el editorial en medio de la crisis. Y nos preguntamos: ¿es posible escribir algo más allá del estupor, la queja y la indignación frente a la catástrofe social a la que asistimos?
¿Es posible escribir un editorial que introduzca el contenido de nuestra revista y escribirlo en medio de la tormenta? Entonces, en estas circunstancias, ¿qué decir? ¿Cómo decirlo? ¿Dónde poner el acento? ¿Cómo huir de esta tempestad que llamamos crisis? ¿Cómo escribir cuando el futuro es incierto y aparece lleno de malos presagios?
Quizá se pueda escribir con la mirada puesta en lo que aún hacemos, en lo que aún queda por hacer, en lo que hemos escrito sobre lo que hacemos. Y probablemente podamos escribirlo al pensar en seguir haciendo un esfuerzo por publicar lo que hacen otros, en otras latitudes. Continuamos, entonces, intentando escribir, sin más, un editorial que muestre nuestro esfuerzo en preservar algo de lo que nos hace humanos.
En este sentido, nos interpela desde el apartado Clásicos del Psicoanálisis, la figura de Sabina Spielrein: una psicoanalista desaparecida en medio de otra tempestad histórica. Su altura intelectual nos lleva a rendirle homenaje por su aportación casi silenciosa al avance de la teoría psicoanalítica. Pero es su recorrido vital el que nos revela un saber sobre la condición humana, sobre hacia dónde puede empujarnos la pulsión de muerte cuando las referencias simbólicas se tambalean. Su trágico final nos advierte que las lentas pérdidas de derechos suponen restricciones a la libertad y estas pérdidas de libertad pueden llegar a ser extremas.
La libertad es necesaria para cada una de las pequeñas cosas que hacemos.
La libertad es necesaria, por ejemplo, para seguir ejerciendo una clínica que atiende caso por caso, como la que llevamos adelante en la Sanidad pública. Es necesaria la libertad: libertad intelectual que permita la heterogeneidad dentro del sistema de asistencia. Nuestros trabajos en la revista hablan de la creatividad que algunos profesionales tienen para inventar respuestas al malestar al que son confrontados en las distintas áreas del trabajo con lo humano. La historia nos recuerda que la falta de libertad empieza limitando las expresiones de diversidad teórica, imponiendo modelos únicos, segregando al que piensa diferente, suprimiendo las divergencias, excluyendo, reprimiendo al que se aleja de las líneas oficiales o mal llamadas científicas.
Y nuestro trabajo también se apoya en la idea de que los ciudadanos puedan acceder a una salud pública de calidad. Es decir, libertad y democracia real que favorezcan la financiación de los proyectos diversos de salud mental. Los recortes son un atentado contra la idea democrática de la igualdad de oportunidades en el acceso a una atención sanitaria de calidad. Y son también un ataque contra la libertad de investigación en los distintos servicios de atención. Es decir, limitar la inversión en la sanidad pública es un drama humano de manera inmediata y, a largo plazo, es limitar el desarrollo intelectual de un país, comprometiendo su futuro.
En los artículos que publicamos en la sección Conexiones, vemos que aún en las circunstancias más desfavorables hay profesionales que, apostando por dar la palabra, crean redes pensando en aquellos sujetos sometidos a condiciones de exclusión.
Seguimos apostando por esa tarea, por mantener el sistema actual, por defenderlo. Y por aprender de aquellos que generan ciudadanía en quienes son excluidos socialmente del sistema.
Retomo aquí la cita de Hannah Arendt con la que Ruth Melnistzky cierra su artículo “Experiencia de trabajo comunitario”: “la ciudadanía es la existencia política y consiste en la presencia en el espacio público, o en el aparecer y hacerse visible a la luz pública mediante el uso de la palabra. El discurso público y la acción en conjunto de los ciudadanos dan origen a lo político. Entendemos lo público no como propiedad de instituciones u organizaciones formales, sino como una red de circulación de opiniones de amplio horizonte, que tienen como base el intercambio, la confrontación y la alianza, a veces momentánea”.
Nuestra apuesta por el trabajo en red, también reflejada en varios artículos, va en la misma dirección.
Ésa es la idea de Salud mental en la que creemos y que desde estas páginas intentamos transmitir.
Graciela Esebbag