Hebe Tizio. Psicoanalista, Miembro de la ELP. Profesora de la Universidad de Barcelona
1. La categoría «trastorno mental grave» y el uso que se hace de ella
Para comenzar hablaré del llamado TMG porque en este momento histórico, donde la subjetividad se tiende a reducir a números y siglas, tenemos que hacer el camino inverso para recuperar al sujeto. ¿Por qué es necesario hacerlo? Porque la deshumanización que eso implica afecta tanto a los profesionales como a las personas con las que trabajan. Si hablo de humanización es porque se trata con seres humanos que tienen sus modalidades de sufrimiento y de satisfacción.
Aunque cada vez más se quiere hacer creer a los profesionales que su trabajo se reduce a aplicaciones estándares, a evaluaciones y estadísticas, ellos saben muy bien el precio que pagan si pierden de vista la especificidad de su función profesional. No sólo se cronifican los sujetos y se vuelven más difíciles, pues se transforman en síntoma de la institución, sino también los profesionales y los efectos de esto se expresar con malestares variados.
De allí el título de este trabajo, pues se trata de ir de la categoría TMG al sujeto que es la única manera de poder hablar del vínculo que es lo que preocupa a todos. Los educadores trabajan con personas que tienen lo que llaman TMG lo que quiere decir que cada una de ellas expresará de manera diferente esa problemática. La categoría agrupa distintos aspectos que tienen que ver con la psicosis, pero no incluye todos los casos de psicosis.
Veamos primeramente el término trastorno pues tiene todo su peso ya que indica que hay algo que perturba el orden, que produce inquietud. Se nombran como TMG ciertas problemáticas psicóticas, del desarrollo, disociales, que cursan produciendo perturbaciones, «trastornando» el orden social establecido en la familia, la escuela, o las relaciones sociales en sentido amplio ya sea porque perturban al otro o porque son un peligro para sí mismo. Es más, los profesionales encuentran perturbado su trabajo por las particularidades de ciertos sujetos afectados de TMG y se escucha con frecuencia «no sabemos qué hacer».
Entonces, no se trata de desconocer la categoría sino de saber que nombra algo que tiene que ver con una problemática que se actúa en el vínculo social. Pero el riesgo es que se transforme en una categoría de orden público que estigmatiza a los sujetos colaborando con las lógicas de exclusión social.
Para hacer un buen uso es necesario ser conscientes de que no es fácil trabajar con las problemáticas como las que se mencionan y que se debe luchar contra las propias creencias, dicho de otra manera, con la resistencia que produce tratar con modalidades que parecen estar de espaldas a lo que los educadores consideran la realidad y que son resistentes a los recursos educativos habituales. Siempre es más fácil refugiarse en la categoría, pensar que el sujeto no tiene salida porque es loco o malo. A veces se oscila entre todo vale y luego cuando hay pasajes al acto se recurre a la represión.
2. Lo importante es una aproximación diagnóstica y moverse en el marco del trabajo con otros
No me refiero sólo al diagnóstico clínico sino al funcionamiento. Cada sujeto funciona de una manera y aunque esta modalidad nos parezca irracional hay que entender que por algo está, que tiene una lógica que no conocemos. Con lo cual se marca la posición del profesional con un no-saber que a veces es difícil tolerar.
¿Por qué un adolescente lleva un gorro todo el día y si se le dice algo se enfurece o agrede? ¿Es un mal hábito que se debe corregir? El caso al que me refiero trata de un sujeto que lo usaba para protegerse del Otro que podía leer sus pensamientos y «así la mirada no pasa». De nada servía que los educadores le explicaran que el Otro no podía leerlo, porque en su desarrollo no había limitado al Otro que es lo que hacen los niños cuando le cuentan mentiras a sus padres para comprobar que al otro se lo puede engañar. ¿Por qué no sirve? Porque el sujeto tiene una certeza y eso no se modifica en todo caso se evita, se rodea, se trata. De más está decir que continuó con su gorro hasta que pasó a usar gafas oscuras, es decir, a velar una mirada.
El funcionamiento puede darnos una primera aproximación a las modalidades defensivas y productivas de un sujeto.
Otro ejemplo, un chico que es muy buen alumno pero que evita sistemáticamente una parcela del conocimiento vinculada a la biología porque le produce horror el cuerpo humano, que adquiere la significación de carne muerta. Claro que esto no aparece así de claro en el inicio. En la escuela sus compañeros se burlan de él y un maestro empeñado en «enseñarle» le insiste sobre el cuerpo y la sexualidad interpretando que le da vergüenza el cuerpo sexuado. Otro problema que tenía era un cambio en la modalidad de alimentación, no comía «animales muertos»; su entorno le había dado el nombre de anorexia. Para este chico el evitar los conocimientos vinculados con la anatomía, especialmente su representación y su transformación en lacto-ovo-vegetariano daban cuenta de la invención de una solución. Después de un tiempo de trabajo y de ubicar los puntos necesarios de apoyo con la escuela y la familia, que no podían aceptar una exclusión en el saber y su conversión alimentaria, las cosas fueron mejor. El sujeto trabajaba para construir su defensa frente a ese horror que le invadía pero era una construcción no aceptada socialmente. Es verdad que se plantea la cuestión de cuáles son los límites a aceptar en estos casos. Es frecuente que los esfuerzos adaptativos y normalizadores del otro social desestabilicen los esfuerzos del sujeto por restaurar un orden y elaborar una explicación de lo que le sucede. La problemática de este chico era cómo ubicarse frente a eso que lo trastornaba y su defensa trastornaba a padres y maestros.
Por eso es importante el trabajo en red no sólo con otros profesionales sino también con la red de circulación del sujeto para que puedan aceptar, dentro de ciertos límites, su particularidad. Claro está que no todo puede integrarse y que hay veces que lo que estabiliza al sujeto desestabiliza a lo social por eso cuanto menos adaptativa sea la respuesta más restringida será la posibilidad de circulación. A veces el ingreso es la solución…
3. ¿Qué hacer?
Hay algunos sujetos para los cuales la evitación del otro es necesaria, a veces pueden acercarse al otro por Internet, porque no toleran el menor signo de goce en el otro. Vivir separado de la invasión que supone el otro en ciertos casos en una necesidad que hay que avalar. Por eso hay niños, en cierta medida autodidactas, que aprenden solos en Internet porque no pueden soportar a un maestro por más que éste se descomplete.
Hay casos de precariedad que no dependen de la situación económica del sujeto sino de una forma que ha encontrado el sujeto de sostenerse en el mundo.
La cuestión central que se plantean los profesionales es qué avalar y qué tratar de modificar…Eso no se puede responder de manera general más que diciendo hay que ver en cada caso qué construye el sujeto, cómo funciona y qué márgenes hay del lado de su red de circulación. A veces hay que cambiar al sujeto de lugar, de red…En un caso un alejamiento del núcleo familiar, en otro un cambio de ubicación respecto a las exigencias escolares…pero en otros puede tratarse de mantenerlo fijado y no introducir cambios porque necesita un otro tan regular que parezca muerto, que sea casi una cosa.
Para saber esto hay que tener también una cierta información del lugar que ocupó el sujeto antes, cuál ha sido su recorrido. Por ejemplo, un adolescente con graves problemas cuando en la pubertad comenzó a ejercitar su fuerza sus padres tuvieron miedo. Lo que hasta entonces era tolerado dejó de serlo y lo que no habían podido resolver en un primer momento, como separación de la buena manera, querían resolverlo con la expulsión vía juez de menores. La separación es un operador estructural y cuando no funciona puede aparecer el pasaje al acto como un intento de lograrlo.
Por eso es importante la formación del profesional y espacios como el que hoy nos reúne pues hay cuestiones conceptuales como la transferencia que deben ser tenidos en cuenta.
La transferencia no la inventó el psicoanálisis sino que la formalizó. Efectivamente en la vida hay para cada sujeto una modalidad de relación que repite y cuando hay un TMG es algo que hay que cuidar especialmente pues ese vínculo siempre puede tornarse perseguidor o erotomaníaco o puede introducir pasajes al acto variados. Lacan hablaba de la maniobra de la transferencia y esa es efectivamente la cuestión: cómo maniobrar para que la transferencia no sea un impedimento para realizar la función. A veces hay que pensar que cuando la transferencia se hace densa es mejor que intervenga otro miembro del equipo: de allí la importancia del trabajo con otros, de la práctica asumida entre varios y de la supervisión.