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Dolors Arasanz Psicóloga clínica. Psicoanalista. Miembro del Equipo Asistencial del CSMIJ de la Fundació Nou Barris

Lacan designó la cuestión del sujeto supuesto saber como el soporte de la transferencia, a través del cual ocupamos, dice en el Seminario de la Transferencia, el lugar en el que somos supuestos saber, cuestión que se convierte en un efecto constituyente de la transferencia misma. En el citado Seminario señala: “somos interrogados como si supiéramos, incluso como portadores de un secreto, pero este no es el secreto de todos, sino un secreto único”(1). Lacan recuerda que, a la vez que se descubre la transferencia, se descubre que si la palabra tiene efecto, es porque ahí está la transferencia. Si el analista interviene en la transferencia es desde la misma posición que la transferencia le otorga, quedando entonces un margen irreductible para la sugestión.

Por otro lado, si ubicó como efecto constituyente el sujeto supuesto saber, será como constituyente el hecho de que el fenómeno de la transferencia se manifiesta con relación a alguien a quien se le habla. “Todo lo que sabemos del inconsciente desde el principio nos indica que hay fenómenos psíquicos que se producen y se desarrollan para ser escuchados por este Otro que está ahí aunque no se sepa. Aunque no se sepa que están ahí para ser escuchados, están ahí para ser escuchados y para ser escuchados para un Otro. Es porque es imposible eliminar del fenómeno de la transferencia el hecho de que se manifiesta en relación con alguien a quien se le habla, esto es un hecho constitutivo”(2). Hay una relación temporal entre lo constituyente y lo constituido y la transferencia no va a instalarse si eso que la define de entrada no se produce.

Es esta una cuestión fundamental tanto para pensar la transferencia en el trabajo con los niños que son traídos a consulta, como para pensar esos casos que llegan al Centro de Salud mental derivados por distintos profesionales, donde no hubo ningún trabajo para convertir esa demanda de atención que estos profesionales consideran necesaria, en una demanda tomada al cargo por los padres y por el chico.   

La transferencia en los niños reviste una distinción fundamental respecto de la transferencia en los adultos. Tomando la vertiente de la transferencia a partir de que lo que allí se produce es la repetición, está la cuestión de que en los niños los padres reales están presentes y a menudo es a ellos a quien se dirigen sus preguntas y son por lo tanto su primera fuente de saber. La cuestión entonces es saber cómo se moviliza esto y cómo se pone en marcha para el niño la transferencia con el analista. 

La transferencia tiene sus tiempos de constitución, es en este sentido que los padres son en primera instancia aquellos a los que se dirigen las preguntas, y de sus respuestas dependerá la producción del saber. Los padres caen de ese lugar del saber cuando el chico deja de creer que esa respuesta sirva para alcanzarlo o bien también cuando perciben que ellos, los padres, están implicados de alguna forma en ese malestar que les invade y no es con ellos con quien van a poder resolverlo.  

Las formas de acceso al Centro de Salud Mental son diversas, pero pueden englobarse entre aquellas que responden a lo que llamamos “Iniciativa propia” de las otras, donde lo que se recibe son múltiples derivaciones de parte de otros profesionales. Lo que las distingue es en el fundamento, que existe en las primeras una demanda propia, propia de los padres en un primer momento, que no es lo que caracteriza a las segundas, donde los padres sostienen un acto, el pedido, que responde a la demanda del otro.

Respecto de este primer bloque caracterizado por ser una demanda de los padres, sucede a menudo que lo que ellos dicen no coincide con lo que para los niños es su malestar. Es entonces que se abre verdaderamente para el chico un lugar para su decir. En otros casos coincide, aunque siempre la forma de lo que se enuncia es distinta para unos y para otros y el verdadero valor de lo que se pone en juego hay que buscarlo en aquello que el chico pone en marcha con sus decires. Otras tantas veces los chicos no tienen nada que decir de lo que allí les convoca, porque no hay un síntoma que los implica ni ningún malestar. Aquello que para los padres hace síntoma no parece que les pertenezca. Provocar que puedan, con su decir, desarrollar algo que pueda ser escuchado como del orden de su malestar será el fundamento de cualquier atención futura que tome un sentido para ellos. 

Respecto del segundo bloque, se ponen en juego, por un lado, la obligación de dar una respuesta institucional que dé cuenta del derecho a ser asistido, y, por el otro, posibilitar para que cualquier trabajo sea posible, la transformación de la demanda en una demanda propia e inventar las maniobras que van a poder permitirlo. Es evidente que a menudo ello no es posible, tomar al cargo el hecho de que a veces no se dan las condiciones para la intervención y poder fundamentar las razones para tomar esta decisión es tomar una posición ética, que a mi entender debe ser sostenida por la Institución, siendo así que es el servicio quien se responsabiliza del profesional, que escuchando el caso pudo transmitir que no estaban dadas las condiciones para su atención. Me parece que conviene, para comprender que la demanda primero y la formalización del síntoma después, son condiciones preliminares para el inicio del tratamiento. No atender a estas cuestiones supone a menudo, que el trabajo en el Centro de Salud se convierta en un imposible que desborda a los profesionales y satura el servicio.

 

[….]

Notas

(1) Lacan, J. Seminario VIII. La transferencia. Ed. Paidós, p. 301. 

(2) Ibid., p. 203. 

 

 

Bibliografía

Lacan, J. Seminario VIII. La transferencia. Ed. Paidós.

Flesler, A. “La Transferencia en el Análisis de un niño”. Extensión Digital.

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